23 de marzo de 2010

Otro de esos relatos que pasan a ser anónimos prácticamente, pero que algún alma pensante se encargó de crear, y es una lástima que su nombre no se recuerde en los libros de historia.

Se puede aplicar casi a cualquier trabajo.

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Cuentan las crónicas que en 1.994 se celebró una competición de remo entre dos equipos, uno compuesto por trabajadores de una compañía española, y el otro por sus colegas de otra empresa similar japonesa. Se dio la salida y los remeros japoneses se empezaron a destacar desde el primer momento. Llegaron a la meta y el equipo español lo hizo con una hora de retraso sobre los nipones. De vuelta a casa, la Dirección se reunió para analizar las causas de tan bochornosa actuación y llegaron a la siguiente conclusión:

«Se ha podido observar que en el equipo japonés había un jefe de equipo y diez remeros, mientras que en el español había un remero y diez jefes de equipo. Por lo que para el año próximo se tomarán las medidas adecuadas.»

En el año 95, se dio de nuevo la salida y nuevamente el equipo japonés se empezó a distanciar desde la primera remada. El equipo español llegó esta vez con dos horas y media de retraso sobre el nipón. Dirección se volvió a reunir después del sonado rapapolvo de Gerencia para estudiar lo acaecido, y vieron que este año el equipo japonés se compuso nuevamente de un jefe de equipo y diez remeros, mientras que el español, tras la eficaces medidas adoptadas el año anterior, se compuso de un jefe de equipo, dos asesores de gerencia, siete jefes de sección y un remero. Por lo que tras un minucioso análisis, se llega a la siguiente conclusión:

«EL REMERO ES UN INCOMPETENTE.»

En el año 96, como no podía ser diferente, el equipo japonés escapó nada más darse la salida. La trainera que este año se había encargado al departamento de nuevas tecnologías, llegó con cuatro horas de retraso. Tras la regata y, a fin de evaluar los resultados, se celebró una reunión de alto nivel en la cuarta planta del edificio de la central, llegándose a la siguiente evaluación:

«Este año, el equipo nipón optó una vez más por una tripulación tradicional, formada por un jefe de equipo y diez remeros. El español, tras una auditoría externa y el asesoramiento especial del departamento de organización, optó por una formación mucho más vanguardista, que se compuso de un jefe de equipo, tres jefes de sección con plus de productividad, dos auditores de Arthur Andersen, cuatro vigilantes jurado que no quitaban ojo a un único remero, al que habían amonestado y castigado quitándole todos los pluses e incentivos por el fracaso del año anterior.»

Tras varias horas de reuniones, se acordó que:

«En la regata del 97, el remero sería de contratación externa.No obstante, a partir de la vigesimoquinta milla marina, se ha venido observando cierta dejadez en el remero de plantilla, que roza el pasotismo en la línea de meta.»
Esta historia me la mandó mi colega mariete, de esos mails que circulan de un lado para otro, y me gustó. Lástima no saber de quien es para poderlo nombrar.

Espero que os guste:

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El mejicano

Un hombre de negocios norteamericano estaba en el embarcadero de un
pueblecito costero de México cuando llegó una barca con
un solo tripulante y varios soberbios atunes.

El norteamericano felicitó al mexicano por la calidad del pescado y le
preguntó cuánto tiempo había tardado en pescarlo.

El mexicano replicó: Oh! Sólo un ratito.

Entonces el norteamericano le preguntó por qué no se había quedado más
tiempo para coger más peces. El mexicano dijo que ya tenía suficiente
para las necesidades de su familia.
- El norteamericano volvió a preguntar:
¿Y qué hace usted entonces con el resto de su tiempo?

- El mexicano contestó: - Duermo hasta tarde, pesco un poco, juego con
mis hijos, duermo la siesta con mi mujer, voy cada tarde al pueblo a tomar
unas copas y a tocar la guitarra con los amigos. Tengo una vida plena y
ocupada, señor.

- El norteamericano dijo con tono burlón:
- Soy un graduado de Harvard y le podría echar una mano. Debería dedicar más
tiempo a la pesca y con las ganancias comprarse una barca más grande. Con
los beneficios que le reportaría una barca más grande, podría comprar varias
barcas. Con el tiempo, podría hacerse con una flotilla de barcas de pesca..
En vez de vender su captura a un intermediado, se la podría vender al
mayorista; incluso podría llegar a tener su propia fábrica de
conservas. Controlaría el producto, el proceso industrial y la
comercialización. Tendría que irse de esta aldea y mudarse a Ciudad de
México, luego a Los Ángeles y finalmente a Nueva York, donde dirigiría
su propia empresa en expansión.

- Pero señor, ¿cuánto tiempo tardaría todo eso?

- De quince a veinte años.

- Y luego ¿qué?

- El norteamericano soltó una carcajada y dijo que eso era la mejor parte:

- Cuando llegue el momento oportuno, puede vender la empresa en bolsa
y hacerse muy rico. Ganaría millones.

- ¿Millones, señor? Y luego ¿que?

- Luego se podría retirar. Irse a un pequeño pueblo costero donde podría
dormir hasta tarde, pescar un poco, jugar con sus nietos, hacer la siesta
con su mujer e irse de paseo al pueblo por las tardes a tomar unas copas
y tocar la guitarra con sus amigos.......
Poesía de Eduardo Galeano cantada por La gran orquesta republicana.
Una canción que habla de "Los Nadies", nosotros, los que somos un número para aquellos que mandan.


Un discurso de Steve Jobs en Stanford, co-fundador de Apple y creador de Pixar.
Una historia de superación que conviene escuchar (leer) hasta el final.

20 de marzo de 2010

Ellos nos miran de reojo,
creen que somos marionetas, y NO.
Hemos cortado nuestros hilos hace años.

Ellos nos dejan sus migajas,
y hay que ser agradecidos,
Pero ya no me dejaré engañar.

Ellos piensan que la moral se compra,
No sé cómo hacen para dormir,
Sin ninguna ilusión por delante.

Ellos tienen el poder,
Y no nos lo piensan ceder,
Tampoco saben que no lo queremos.

Nos hacen pagar sus actos,
somos la prolongación de su pena,
Lástima de su lástima.

Porque cuando ellos se marean
Somos nosotros quienes caemos desmayados,
Y pienso que no es justo.

Y cuando ellos tropiezan
Somos nosotros quienes caemos al suelo,
Y ya me duele demasiado, sé que a ti también.

Somos personas,
No recursos humanos.
Hagamos que lo sepan.

Cuando ellos sean pistola,
Ya no seremos gatillo,
Pues nos acusarán de sus actos.

Y cuando sean cuchillo,
no seremos mas veces su corte,
Pues el corte es el culpable.

No seremos partícipes de su mentira,
Si acaso razones para su desprecio, pero justificadas.

Porque cuando yo sienta pena,
a partir de ahora,
quiero que sean ellos quienes lloren.

Y cuando lleguemos a casa y queramos abandonar,
Podemos hacer que sean ellos quienes desaparezcan.



Y a lo mejor cuando se estrellen,
seamos nosotros quienes gritemos,
pero sería de rabia, no de dolor.

Y cuando ellos sobren,
no quiero que hagamos falta.

Y que cada vez que llore,
sea porque me dan pena.

Y que cada vez que sienta pena,
sean ellos quienes lloren.

Y que valga la pena llorar,
lágrimas verdaderas.




PatiPatillas (chupitodehierbas)